Confieso ante ustedes, caros lectores, que días antes del pasado 28 de Agosto me asaltaron las dudas sobre cuál sería el comportamiento de algunos tacneños, o de gente afincada en esta, nuestra ciudad, durante el desarrollo de la Procesión de la Bandera.
Algunos llamaban a suspender todos los actos programados; aquellos decían que no debería convocarse a la sesión solemne, en el Teatro Municipal; que las banderas deberían estar izadas a media asta y que, cual cortejo de viudos o viudas, quienes asistieran a la Procesión de la Bandera deberían hacerlo vestidos de riguroso luto.
Todo ese conjunto de insinuaciones, sugerencias, proposiciones, insinuaciones o recomendaciones, me parecían absolutamente inconvenientes, torpes. Desde mi punto de vista creo que nada tiene que hacer la protesta, por lo que fuere, con la celebración del 28 de Agosto que, sin exageración, es la fiesta más grande de nosotros los tacneños.
Lamento, y lo tengo que decir muy fraternalmente, que se haya hecho pública, días antes, una ordenanza municipal que indicaba izar la bandera a media asta. Otra vez, desde mi punto de vista, creo que nada justifica izar nuestro sagrado símbolo patrio, a media asta. Esta es una ciudad altiva, digna, que luchó cerca de medio siglo por ver su enseña patria al tope de los mástiles. Nada más equivocado, por decir lo menos, que disponer izar banderas a media asta. El pueblo así lo entendió y aquella ordenanza tuvo que dormir el sueño de los justos.
Ir vestidos de luto hubiera sido grotesco. El 28 de Agosto, hasta que Tacna sea Tacna, será un día de fiesta, de júbilo, de regocijo, de alborozo, de algazara, de máxima exultación cívica.
Finalmente me cabía aún la duda de si habrían o no grupos que se presentaran con carteles, con pancartas, protestando contra esto o aquello, empañando la ceremonia. Felizmente llegó el 28 y nada de ello ocurrió.
Los tacneños dieron una lección ejemplar de civismo, de educación, de real patriotismo, de educación cívica. No se confundieron las fechas. Se mostró, a quienes quisieran así entenderlo, que aquí la mayoría sabe que para todo hay una oportunidad, un espacio. Las protestas tienen su lugar y su tiempo.
He visto, con regocijo, a muchos tacneños y tacneñistas, marchar detrás de la bandera, ordenadamente, vivando a la patria grande y a la patria chica. He visto, como vimos todos, a los niños de los centros de educación inicial que, a lo largo del recorrido de la Procesión cívica ofrendaban lo mejor que habían aprendido en el aula. De trecho en trecho, como es costumbre, y tal como lo hacen las efigies sagradas, la gran bandera se detenía en estaciones para que, por doquier, se le brindara homenaje mientras que de los balcones la lluvia de moradas buganvillas, o de pétalos de rosas, caía sobre el símbolo rojo y blanco y el entusiasta cortejo.
Este 28 de Agosto ha sido singular por varios motivos y creo que nos ha dejado enseñanzas a los tacneños. En primer lugar, observamos que ha sido mucho mejor que no estuvieran presentes autoridades, ni políticos, sean estos del gobierno o de la oposición. Así nadie ha pretendido llevar agua para su molino. Felizmente que los políticos locales, candidatos a alcaldes o a presidentes de la región, supieron guardar discreción y distancia. Ese hecho los hace grandes. Nada hubiera sido más torpe que alguien hubiera pretendido encaramarse a un escenario tan caro, tan grande, tan íntimamente tacneño, para hacerse notar.
En resumen, ojalá que siempre sea así. Que el 28 de Agosto se celebre con la solemnidad que merece el recuerdo de una fecha símbolo de lo que es la lealtad, el amor a la patria. Fecha en la que evocamos a los tacneños que supieron darnos patria, que escogieron al Perú como única opción que, pese a saber que no tenían apoyo, desarmados, fueron persistentes, empecinados en su afán, con un empecinamiento que no ha mostrado ningún otro pueblo en América y muy pocos, poquísimos, en el orbe.
Me permito una sugerencia, para los próximos años. El 28 de Agosto, en el acto público del Parque de la Mujer Tacneña, se debería guardar un minuto de silencio en recuerdo de Arica peruana.
Si bien es cierto que el 28 de Agosto de 1929 fue un día de júbilo para los tacneños peruanos fue, no hay que olvidarlo, un día tristísimo, de luto, para los ariqueños peruanos que para siempre se desmembraban del Perú, su madre patria.
FREDY GAMBETTA
Tacna, 30 de agosto de 2002