TESTIMONIO DE AMOR POR EL PERÚ

La letra de un valse popular dice unos versos que repito con entusiasmo:” …tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz”.
Cómo no voy a ser feliz de haber nacido “en esta hermosa tierra del Sol” que, según un notable científico estadounidense, bastaría salvarla para salvar al planeta en el caso, hipotético, que todos los demás territorios estuvieran condenados a desaparecer.
Cómo no ser feliz de haber nacido en un territorio bañado por un mar que es un inmenso manto de zafiro. País de tres regiones naturales, con picos nevados de más de cincomil metros, hermosas cadenas de montañas, ricos valles, abrigados por enormes cerros, playas de arena finísima, especies marinas variadísimas e inacabables, ríos y lagos, nudos y pongos, abismos y cañones tan profundos como los más profundos del planeta, variedad de arbustos y de árboles, una fauna única, en todos los pisos ecológicos, una selva aun virgen en muchos puntos de su extenso y rico territorio, riquezas que todavía la tierra conserva y que, de a poco, la muestra a través de los siglos.
Cómo no ser feliz de habitar un país como el nuestro que ha sido, y es, envidia de muchos por sus riquezas potenciales, por ser, como lo es, una verdadera, una real despensa de la humanidad sobre todo en sus áridos desiertos que, algún día, gracias a la energía atómica, o a sabe Dios que otra clase de energía, se vestirán de verde.
Cómo no ser feliz de saber que tenemos un pasado riquísimo que se expresa en los restos de las culturas pre incas. En unos tejidos, como los de la Cultura Nazca, por ejemplo, hechos con una técnica que hasta hoy es un misterio y en huacos y aribalos, en tumbas funerarias, como la del Señor de Sipán, y en construcciones majestuosas adecuadas a los caprichos de la naturaleza. Chan-Chan, ciudad de adobe, es un ejemplo que asombra y que resiste a las Corrientes del Niño, que castigan periódicamente al territorio, y ni qué más decir de la universalmente conocida ciudadela de Macchu Picchu y de las fortalezas y templos que han quedado como símbolo de la creatividad de los antiguos peruanos.
Cómo no ser feliz de haber nacido en este país, cuna de un Virreynato, en el que dos culturas se fundieron y se expresaron no solamente en el idioma sino también en las costumbres, en las organizaciones civiles, en la bella arquitectura que por doquier nos muestra construcciones religiosas, de los más variados estilos, en los que el toque peruano les da una singularidad.
Cómo no ser feliz de conocer la literatura peruana, desde los dramas del teatro quechua hasta la obras de Mario Vargas Llosa pasando por portentos de la poesía como Vallejo, Eguren o Chocano; pensadores y ensayistas que van desde aquel monstruo, peruano fénix de los ingenios, don Pedro de Peralta Rocha y Benavides, hasta las cumbres del pensamiento, Haya de la Torre y Mariátegui y ese polígrafo insuperable que fue Luis Alberto Sánchez; historiadores como Jorge Basadre, Luis E. Valcárcel, Rubén Vargas Ugarte; pintores, desde aquellos anónimos de la escuela cuzqueña hasta Merino, Lazo, Sabogal, Szyszlo o Núñez Ureta; escultores como Baca Rossi o Delfín y músicos como Valle Riestra, Alomía Robles, Alfonso de Silva o Duncker Lavalle.
Cómo no ser feliz de haber nacido en el mismo país que fue la cuna de héroes como Grau o Bolognesi; de precursores de la talla de Tupac Amaru o Zela; de sabios como Unanue y de gobernantes de la altura de Ramón Castilla.
Cómo no ser feliz de ser compatriota del médico mártir Daniel Alcídes Carrión; del mestizo ancashino Fermín Fitzcarrald, que descubrió maravillas en la selva peruana; de Antonio Mesones Muro, llamado “el hombre del Marañón”;del grande sabio Julio C. Tello, que “desenterró” las riquezas del Perú antiguo y las puso en valor; del titán de las hidroeléctricas, el sabio Santiago Antúnez de Mayolo; del pionero de la minería, Ricardo Bentín; de la dulce Rosa Mercedes Ayarza de Morales, la dama de la primera marinera, que compuso la música de La concheperla, que aparece en Rasgos de Pluma, de El Tunante, quien le dio el nombre al baile nacional inspirado en nuestra Marina de Guerra; de Carlos Monge, médico que conoció y definió la sintomatología del “Mal de Altura”; de los grandes futbolistas“Manguera” Villanueva y “Lolo” Fernández o del tenista, campeón del mundo, Alejandro Olmedo.
Perú tierra de riquísimo folclore. Los que saben afirman que nuestra cocina, junto a la china, la francesa y la italiana, es una de las más ricas en sabor y variedad en el mundo. Perú tierra donde nació el pisco, peruanísimo aguardiente que debe su nombre a un pajarillo que cantó a los paracas y a los nazcas desde épocas inmemoriales. Perú país en el que en cada pueblo hay una fiesta patronal, con bailes típicos y platos únicos. Una sola ciudad, Arequipa, en el sur, o Trujillo, en el norte, por ejemplo, tienen tal variedad de platos, para cada día de la semana, que, en comparación, equivalen al acervo gastronómico de más de un país del globo.
Perú país en el que se hablan idiomas y dialectos y en el que sus gentes expresan su fe en procesiones impresionantes como la del Señor de los Milagros, una de las más grandes concentraciones humanas que, en el planeta, siguen a una efigie.
Qué grande es este nuestro Perú generoso, como bien dijeron los marineros chilenos, después de ser derrotados por Grau en el combate de Iquique. Perú, nuestro amado país, es un mendigo sentado en un banco de oro, en la frase de Raimondi y un problema, pero también una posibilidad, y mucho más grande que sus problemas, en el pensamiento de Basadre.
Por eso frente a todos los pesimistas y los malvados, a los renegados y los renegones, a los que sacan partido de las miserias, que nunca son mayoría, de los que viven de la carroña, día tras día, yo, poeta, escritor y cronista tacneño, en nombre de los que tienen fe, para trabajar y soñar, rescato aquella frase granítica y redonda que decía José Santos Chocano : ¡VALE UN PERÚ¡
Tacna, 2002-07-25